En la Francia de 1789 hubo quien, con miopía política, consideró aquello como un motín del hambre más de los que habían jalonado lo que los historiadores franceses bautizaron como en Ancien Régime. Se trataba de una revolución que trajo, no sólo para Francia, sino para Europa y también al otro lado del Atlántico un cambio sustancial. Desaparecieron las monarquías absolutas y la sociedad estamental. Trajo el encumbramiento político de la burguesía —Artola la calificó para entonces como revolucionaria— y el estado liberal del que son herederas las democracias occidentales. En las décadas siguientes revoluciones como la de 1830, que encumbró a Luis Felipe de Orleáns, o la de 1848 que lo apartó de trono, tuvieron su epicentro en Francia y sacudieron a Europa. Se acuñó la expresión de que cuando Francia estornuda, Europa se resfria. Algo parecido ocurrió también con el llamado mayo francés de 1968 en que, si bien constituyó un fracaso inmediato, las cosas cambiaron mucho en los años siguientes.

El pasado domingo se han celebrado elecciones en Francia para configurar una nueva Asamblea Nacional y, aunque queda pendiente la segunda vuelta que tendrá lugar el próximo domingo, lo ocurrido ha hecho correr ríos de tinta. El Frente Nacional de Jean Marie Le Pen, denominado ahora como Agrupación Nacional, que tiene como dirigente principal a Marine Le Pen, ha obtenido el treinta y tres por ciento de los votos emitidos, convirtiéndose en la primera fuerza del país vecino. La izquierda, incluida la ultraizquierda de Mélenchon, que ha concurrido coaligada en lo que han denominado Nuevo Frente Popular— en Francia, al igual que en España hubo un Frente Popular en los años treinta del pasado siglo, auspiciado por Stalin en su idea de expandir el comunismo soviético en los países del occidente europeo— se ha quedado a más de cinco puntos de distancia. Si los resultados del pasado domingo no tienen grandes variaciones el 7 de julio, la ultraderecha hará ganado las legislativas en Francia y podría hacerse con el gobierno, incluso con una mayoría absoluta en la Asamblea.

¿Ha estornudado Francia y va a resfriarse Europa como ocurría en el siglo XIX? En Europa la ultraderecha ha avanzado de forma importante, extraordinaria en algunos casos. Un partido como Alternativa por Alemania ha obtenido unos buenos resultados y en Italia, los Hermanos de Italia, de Georgia Meloni, tachados de fascistas, gobiernan el país. Otro tanto ocurre en Holanda donde Geert Wilders y su ultraderechista Partido por la Libertad arrasó en las legislativas del pasado noviembre. Además de preguntarnos por qué ha estornudado Francia y si Europa va a resfriarse, como ocurrió varias veces en el siglo XIX, tendríamos que plantearnos otra cuestión: ¿Por qué está ocurriendo esto en Europa? ¿Cuál es la razón de que esto ocurra en países como Francia, Alemania, Italia u Holanda que no proceden de la vieja órbita soviética como la Polonia de Jaroslaw Kaczynski y su Partido Ley y Justicia o en la Hungría de Orban? En todos ellos hay un denominador común el rechazo a la inmigración y la islamofobia. En algunos casos también sus simpatías por Putin. ¿Hacia donde caminamos mientras estamos pendientes del campeonato de Europa de futbol y dentro de poco de las Olimpiadas de París?

(Publicada en ABC Córdoba el viernes 5 de julio de 2024 en esta dirección)

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